¿Hay glaciares?
En el pasado nuestro territorio ha sido cubierto por los hielos, fenómeno denominado glaciación. Este es un proceso que comprende el origen, desplazamiento y ocupación de una superficie por una enorme masa de hielo o por un glaciar. Los expertos saben que este proceso se repitió varias veces en nuestra región a lo largo de la historia de la Tierra, pero cuántas veces se produjo es aún objeto de discusión, aunque se conoce con precisión el momento en que este evento se produjo por última vez. En los Andes Fueguinos hubo durante períodos de glaciaciones paisajes similares a los que hoy existen en la Antártida. En Ushuaia se aprecia el resultado de este proceso, que tuvo lugar por última vez entre 125.000 y 18.000 años antes del presente. Y en sus inmediaciones sobreviven pequeños glaciares, testimonio de aquel período, como el Martial.
Una vez retirados las masas y los ríos de hielo, la roca modelada desnuda sólo se vio acompañada por depósitos glaciarios y pequeños manchones o refugios de vegetación, que pudieron sobrevivir mientras convivían con los hielos y que fueron los semilleros para repoblar la zona, gracias a la delgada capa de suelo que iba formándose.
En los últimos 10.000 años se consolidó la cubierta de suelo y sobre ella se asentaron las primeras semillas de las plantas, conformándose posteriormente el bosque de Nothofagus o bosque subantártico.
¿Cómo es el bosque?
Una de las características más remarcables del bosque fueguino es que corresponde al bosque más cercano a la Antártida. También se lo llama comúnmente bosque magallánico o subantártico. Un rasgo sorprendente de los árboles que lo componen, principalmente del género Nothofagus, es su capacidad para vivir en condiciones sumamente rigurosas: una delgada capa de suelo (a veces no supera los 10 cm.), pendientes abruptas, expuestos a fuertes vientos, con ráfagas de más de 100 km/h en algunas oportunidades y una temperatura media anual (en la zona de Ushuaia) de 5ºC y precipitaciones que varían entre los 300 y 5000 mm. Se trata verdaderamente de condiciones extremas y allí crece este bosque de fagáceas, sirviendo de soporte a miles de otros seres vivos que forman este ecosistema de características muy peculiares. De las tres especies que lo conforman, dos son de follaje caduco: la lenga (Nothofagus pumilio) y el ñire (Nothofagus antarctica) y una es perenne, llamada guindo o coihue de Magallanes (Nothofagus betuloides). Además hay otras especies de árboles pero son mucho menos abundantes.
La especie sometida a aprovechamiento es principalmente la lenga.
¿Qué son las turberas?
Tal vez sea la primera vez que escuches este término, que posiblemente asocies con “turba”. Precisamente las turberas son los sitios donde se forma la turba.
Se trata de comunidades vegetales que ocupan los fondos de valles emplazados entre los Andes Fueguinos. Tierra del Fuego es el único distrito en nuestro país en el que ocupan grandes extensiones. Desde el punto de vista turístico nos interesan como componente del paisaje en cuanto a su aspecto estético, puesto que la variedad de colores y texturas que se presentan en las superficies de las turberas son sumamente singulares; mientras que desde una perspectiva más estricta, que al mismo tiempo también es turística, nos ofrecen la posibilidad de conocer organismos que solamente pueden vivir en esas condiciones: muchísima humedad y acidez, en un medio que podría compararse a un pantano, pero con mucho menos contenido de nitrógeno. Allí se presenta una serie de organismos que sólo pueden vivir bajo esas condiciones, entre los cuales se encuentran las plantas insectívoras de la región y únicamente observando la superficie de los turbales es posible encontrarlas.
Hay además una incipiente actividad económica basada en la extracción de este recurso natural, cuyo producto se comercializa principalmente para uso en agricultura.
El hombre en Tierra del Fuego
Martín Gusinde, quien convivió con los nativos y dedicó gran parte de su vida a la edición de la obra “Los indios de Tierra del Fuego” escribió:
“El indio, libre, con hábil ingeniosidad, se ha sabido acomodar maravillosamente bien a ello. Ha sometido a su voluntad los escasos dones de la naturaleza y desarrollado sus dotes espirituales, también ha sabido crearse una riqueza interior”.
“Por horas y horas me sentaba en rueda con ellos [...] me esforzaba en deshacerme totalmente de la forma de pensar europea, de los juicios valorativos modernos y del sentir personal, para hacerme de comprensión y sensibilidad y poder captar un mundo conceptualsumamente particular. ¿No decía el Dr. Fausto: “Si no lo sentís, no lo tendréis jamás!”?.
¿Quienes vivían aquí antes de la llegada de Magallanes?
Las primeras crónicas de navegantes españoles, franceses e ingleses describían a los nativos de Tierra del Fuego con cierta carga despectiva. “Salvajes”, “inhumanos”, “criaturas inferiores” eran algunos de los calificativos que ayudaban a su descripción. A través de las investigaciones arqueológicas se conoce hoy que las primeras ocupaciones humanas en el Canal Beagle tuvieron lugar hace unos 7.000 años y los descendientes de estos primeros habitantes se mantuvieron siempre a lo largo de las costas de los llamados Canales Fueguinos, aún hasta inicios de nuestro siglo. La zona donde actualmente se halla emplazada Ushuaia, así como el resto del sector argentino del Canal Beagle, estuvieron habitados por nativos que desde su llegada estaban adaptados a la vida litoral marítima. Formaban parte de un grupo mayor, conocido hoy bajo el nombre de canoeros magallánicos. A la llegada de los europeos, los canoeros que vivían en esta zona se autodenominaban yamana o yaganes. Actualmente viven muy pocos descendientes de este grupo, en el sector chileno, principalmente en Puerto Williams.
Además de la bibliografía publicada por los estudiosos del tema, es posible apreciar sus utensilios y otros enseres en las vitrinas de los tres Museos de la Ciudad de Ushuaia: el Museo Yámana, el del Fin del Mundo y el Marítimo, además de conmovedoras fotografías que llegaron a tomarse a fines del siglo XIX. Pero aún persisten los sitios donde los yamana pasaban gran parte de su vida. Completamente adaptados al medio litoral marino, se alimentaban de carne de lobos marinos, peces, aves, recolección de moluscos y crustáceos y también de carne guanaco, ya que, cuando decidían desembarcar, se instalaban en ciertos sitios de la playa, que podemos asociar hoy con la idea de campamentos. En esos sitios construían chozas, o utilizaban alguna disponible, para descansar durante la noche en grupos familiares. Generalmente los desechos (en un gran porcentaje valvas de moluscos) eran arrojados alrededor de la choza, construida básicamente con ramas de lengas y guindos, y una vez desaparecida ésta, los montículos fueron cubriéndose hasta que finalmente sobre ellos creció vegetación. Precisamente estos son los sitios arqueológicos sobre los que los antropólogos y arqueólogos llevan a cabo sus estudios. La abundancia de valvas de moluscos les ha hecho valer el nombre de conchales o concheros yámana. Hoy son sitios protegidos por leyes nacionales y provinciales pues conforman parte de nuestro patrimonio cultural.
La zona Norte de la Isla, donde el bosque es menos denso y predominan los pastizales, fue ocupado por otro grupo de nativos, categorizados como cazadores-recolectores pedestres, ya que a diferencia de los canoeros, no tuvieron necesidad de buscar su alimento en el mar. Los ancestros de este grupo llegaron a la Isla hace algo más de 10.000 años, trayendo consigo su tradición cazadora de animales terrestres, principalmente guanaco y pequeños roedores. Cuando comenzaron las expediciones a la zona del paso interoceánico descubierto por Magallanes, los cazadores de esta zona se denominaban a sí mismos selk´nam, pero se los conoció bajo el apelativo de onas. Su forma de vida nómade hizo que los testimonios de su cultura se hallen actualmente dispersos por todo el territorio que ocuparon, siendo estudiados aquellos lugares que, ya sea accidentalmente por remoción del terreno, por las crónicas etnográficas o por referencias transmitidas oralmente, son seleccionados por los antropólogos. Sus armas y utensilios, así como sus creencias y leyendas, son similares a los de las etnias que vivieron al Norte del Estrecho de Magallanes, sobre todo de tehuelches, de quienes probablemente provenían.
Con relación a los descendientes, viven en nuestra Provincia algunos representantes mestizos de esta etnia, pero se considera que la última descendiente selk´nam fue la señora Virgina Choquintel, fallecida en 1990, en cuyo honor se bautizó el Museo de la Ciudad de Río Grande. Tanto en este museo como en el de la Misión Salesiana (Monumento Histórico Nacional) se exhiben utensilios, armas, fotografías y otros elementos vinculados a la vida de los selk´nam.
“El indio, libre, con hábil ingeniosidad, se ha sabido acomodar maravillosamente bien a ello. Ha sometido a su voluntad los escasos dones de la naturaleza y desarrollado sus dotes espirituales, también ha sabido crearse una riqueza interior”.
“Por horas y horas me sentaba en rueda con ellos [...] me esforzaba en deshacerme totalmente de la forma de pensar europea, de los juicios valorativos modernos y del sentir personal, para hacerme de comprensión y sensibilidad y poder captar un mundo conceptualsumamente particular. ¿No decía el Dr. Fausto: “Si no lo sentís, no lo tendréis jamás!”?.
¿Quienes vivían aquí antes de la llegada de Magallanes?
Las primeras crónicas de navegantes españoles, franceses e ingleses describían a los nativos de Tierra del Fuego con cierta carga despectiva. “Salvajes”, “inhumanos”, “criaturas inferiores” eran algunos de los calificativos que ayudaban a su descripción. A través de las investigaciones arqueológicas se conoce hoy que las primeras ocupaciones humanas en el Canal Beagle tuvieron lugar hace unos 7.000 años y los descendientes de estos primeros habitantes se mantuvieron siempre a lo largo de las costas de los llamados Canales Fueguinos, aún hasta inicios de nuestro siglo. La zona donde actualmente se halla emplazada Ushuaia, así como el resto del sector argentino del Canal Beagle, estuvieron habitados por nativos que desde su llegada estaban adaptados a la vida litoral marítima. Formaban parte de un grupo mayor, conocido hoy bajo el nombre de canoeros magallánicos. A la llegada de los europeos, los canoeros que vivían en esta zona se autodenominaban yamana o yaganes. Actualmente viven muy pocos descendientes de este grupo, en el sector chileno, principalmente en Puerto Williams.
Además de la bibliografía publicada por los estudiosos del tema, es posible apreciar sus utensilios y otros enseres en las vitrinas de los tres Museos de la Ciudad de Ushuaia: el Museo Yámana, el del Fin del Mundo y el Marítimo, además de conmovedoras fotografías que llegaron a tomarse a fines del siglo XIX. Pero aún persisten los sitios donde los yamana pasaban gran parte de su vida. Completamente adaptados al medio litoral marino, se alimentaban de carne de lobos marinos, peces, aves, recolección de moluscos y crustáceos y también de carne guanaco, ya que, cuando decidían desembarcar, se instalaban en ciertos sitios de la playa, que podemos asociar hoy con la idea de campamentos. En esos sitios construían chozas, o utilizaban alguna disponible, para descansar durante la noche en grupos familiares. Generalmente los desechos (en un gran porcentaje valvas de moluscos) eran arrojados alrededor de la choza, construida básicamente con ramas de lengas y guindos, y una vez desaparecida ésta, los montículos fueron cubriéndose hasta que finalmente sobre ellos creció vegetación. Precisamente estos son los sitios arqueológicos sobre los que los antropólogos y arqueólogos llevan a cabo sus estudios. La abundancia de valvas de moluscos les ha hecho valer el nombre de conchales o concheros yámana. Hoy son sitios protegidos por leyes nacionales y provinciales pues conforman parte de nuestro patrimonio cultural.
La zona Norte de la Isla, donde el bosque es menos denso y predominan los pastizales, fue ocupado por otro grupo de nativos, categorizados como cazadores-recolectores pedestres, ya que a diferencia de los canoeros, no tuvieron necesidad de buscar su alimento en el mar. Los ancestros de este grupo llegaron a la Isla hace algo más de 10.000 años, trayendo consigo su tradición cazadora de animales terrestres, principalmente guanaco y pequeños roedores. Cuando comenzaron las expediciones a la zona del paso interoceánico descubierto por Magallanes, los cazadores de esta zona se denominaban a sí mismos selk´nam, pero se los conoció bajo el apelativo de onas. Su forma de vida nómade hizo que los testimonios de su cultura se hallen actualmente dispersos por todo el territorio que ocuparon, siendo estudiados aquellos lugares que, ya sea accidentalmente por remoción del terreno, por las crónicas etnográficas o por referencias transmitidas oralmente, son seleccionados por los antropólogos. Sus armas y utensilios, así como sus creencias y leyendas, son similares a los de las etnias que vivieron al Norte del Estrecho de Magallanes, sobre todo de tehuelches, de quienes probablemente provenían.
Con relación a los descendientes, viven en nuestra Provincia algunos representantes mestizos de esta etnia, pero se considera que la última descendiente selk´nam fue la señora Virgina Choquintel, fallecida en 1990, en cuyo honor se bautizó el Museo de la Ciudad de Río Grande. Tanto en este museo como en el de la Misión Salesiana (Monumento Histórico Nacional) se exhiben utensilios, armas, fotografías y otros elementos vinculados a la vida de los selk´nam.
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